Soy una mujer, madre y abuela orgullosa de una maravillosa familia. Tengo cuatro hijos: Juan, Verónica, Jorge y Rebeca, y la dicha de ser abuela de once nietos, quienes representan mi mayor alegría. Nací el 30 de marzo en San José, en el seno de una familia de clase media, hija de Juan Rafael Calzada Carboni, un josefino que me enseñó el valor de la honestidad, la honradez y el respeto por los derechos de todas las personas; y de Emilia Miranda Monge, ramonense, quien me transmitió la fortaleza y la perseverancia necesarias para enfrentar la vida. De ella aprendí una enseñanza que siempre me acompaña: si un problema se puede resolver hoy, resuélvalo; si no, siga adelante sin dejar de perseguir sus sueños.
Fui la menor de cuatro hermanos y crecí en Tibás. Mi infancia estuvo marcada por la alegría sencilla de jugar en la calle con mis amigos y amigas, cuando en nuestras manos había juguetes y no armas. Empecé la escuela a los cinco años en la Escuela Perú, una institución pública que me formó en valores cívicos y académicos. Más tarde estudié en el Colegio María Auxiliadora y, con apenas 16 años, ingresé a la Universidad de Costa Rica, donde encontré en el Derecho mi verdadera vocación, después de haber soñado en un inicio con ser agrónoma. Complementé mi carrera con especialidades en derecho constitucional, ambiental y de familia siendo doctoranda en derecho ambiental por la Universidad de Alicante, España.
Comencé mi trayectoria judicial como jueza de primera instancia en San José, y ejercí en tribunales de familia, mixtos y peales. En el Derecho descubrí una forma de canalizar mi sed de justicia y mi compromiso con la defensa de los sectores más vulnerables.
A los 39 años tuve el honor de convertirme en la primera mujer nombrada magistrada de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de Costa Rica y fui tres veces presidenta de este órgano, un hito que marcó mi vida personal y profesional. En esa etapa, la vida me puso a prueba de manera inesperada: viví en carne propia la experiencia de un secuestro, lo que me permitió comprender de primera mano la vulnerabilidad y el temor que puede sentir cualquier ser humano. Esa vivencia me hizo más humana, más solidaria y más cercana al sufrimiento de las personas.
Durante mis años en la Sala Constitucional tuve la oportunidad de conocer a fondo el funcionamiento del Estado costarricense y de identificar las necesidades más urgentes de justicia en nuestra sociedad. Como magistrada y luego presidenta de la Sala IV, trabajé con firmeza por la independencia, la eficiencia y la agilidad en la administración de justicia.
En mis intervenciones públicas y en foros internacionales siempre subrayé la importancia del papel de los jueces constitucionales como defensores de los derechos humanos y garantes de la democracia. Ser la primera mujer en ocupar un puesto tan relevante en el Poder Judicial también me enfrentó a un entorno donde predominaban los hombres. Durante muchos años fui la única mujer en la Sala Constitucional, y pude experimentar de primera mano los retos de abrir camino en espacios históricamente cerrados.
Esa experiencia fortaleció mis convicciones sobre la necesidad de promover la paridad de género y la participación equitativa de las mujeres en todos los ámbitos de la sociedad. Tras décadas de servicio en el Poder Judicial, me jubilé en 2013, con la satisfacción de haber contribuido al fortalecimiento de la justicia en nuestro país.
A lo largo de mi vida he presidido varios órganos como la Asociación Costarricense de Juezas, el Consejo Directivo de la Escuela Judicial, La Escuela Judicial Centroamericana y la Comisión Nacional de Administración de Justicia (CONAMAJ), lo que he alternado con mi experiencia como consultora internacional y expositora en diferentes espacios nacionales e internacionales, especialmente en temas de derecho constitucional y defensa de derechos humanos.
He continuado vinculada a distintos espacios académicos, sociales y políticos, siempre convencida de que Costa Rica merece un futuro mejor. En años recientes, diversos colectivos ciudadanos y el partido Centro Democrático Social me han propuesto considerar una candidatura presidencial, una decisión que valoro con serenidad y responsabilidad, siempre pensando en el impacto que tendría para mi familia y para el país.
Hoy me definen el equilibrio, la madurez y la voluntad de hacer las cosas bien. Sueño con una Costa Rica próspera y justa, donde no haya más muertes de mujeres, donde los jóvenes tengan la oportunidad de estudiar y prosperar, donde los niños y niñas puedan sostener un juguete o un libro en sus manos y no un arma, donde las familias tengan empleos dignos y los adultos mayores puedan vivir su vejez con tranquilidad y dignidad. Ese es el país que anhelo y por el cual seguiré trabajando con toda mi energía y compromiso.